Espectacular encierro de burros... 30 burros están listos para el desfile tradicional por las principales calles de la ciudad. Iniciando el recorrido a las 4.30 de la tarde hasta llegar al malecón, donde amenizará el grupo Los Aguas aguas.
El
encierro de burros de antaño
por Marcelo Mojica Cruz
Sólo
hay una manera de retardar el tiempo: vivir el tiempo de antaño.
José Saramago
Para entender
el por qué del Encierro de burros es indispensable hacer un poco de historia
respecto a nuestras Fiestas Titulares con el fin de establecer su origen: las
cabalgatas, vistosas, elegantes y con derroche de lujo y riqueza. La hoy
llamada cabalgata oficial se efectuaba el primer martes de fiesta y su
suntuosidad empezaba desde el lunes anterior cuando, en un intermedio de la
tradicional serenata en el parque 15 de Octubre, una afinada trompeta del grupo
musical tocaba un acorde diáfano para que los paisanos pusieran atención, pues
era el momento solemne en el cual un decimero, un poeta o algún intérprete de
ellos se aprestaba a leer en verso el BANDO que designaba a los padrinos del
siguiente día mencionados en riguroso orden: Capitán y Capitana, Teniente y
Tenienta, Subteniente y Subtenienta, Abanderado y Abanderada, para continuar
nombrando a las parejas que integrarán el acompañamiento. Me cuentan que por
varios años, quien leyó el BANDO, fue el inolvidable profesor don Ernesto
Macarty Torres.
El martes a las tres de la tarde
se reunían en el domicilio de la Capitana todos los integrantes, las señoritas
portando el típico traje de jarocha, luciendo las labores manuales espléndidas
de sus faldas y enaguas, el cachirulo de carey cuajado de esmeraldas y de
rubíes, el abanico español de gala, el camafeo y todas las demás joyas de oro
con monturas de piedras preciosas. Los varones vestidos a la usanza jarocha.
Todos montando garbosos caballos, de pomposas gualdrapas, se dirigían a la vega
cercana en la cual se encuentran los cuatro toros bravos escogidos que serán
llevados a la plaza que se ha improvisado para efectuar la lidia, —sin la suerte de varas ni la muerte—, por aficionados alvaradeños.
Terminada la suerte del toreo, los bovinos eran montados por osados rancheros
de la localidad y de la región. Cabe decir que de esta tradición sólo queda el
buey manso que se lleva al final del acompañamiento. Terminada la corrida el
ostentoso séquito, acompañado con música viva, recorría las principales calles
de la ciudad para deleite del pueblo, el cual se aglomeraba tanto en las
bocacalles como en el frente de las casas. Terminado el recorrido, los padrinos
ofrecían un bufet con baile en el Casino Alvaradeño.
Ante tanto lujo, elegancia,
garbo, briosos corceles y tauromaquia pueblerina, los alvaradeños de menor
condición económica, no se sabe cuándo, deciden poner un toque de gracia, de
agudeza y de alegría extra a las Fiestas Titulares. Se realiza un fenómeno de
imitación chusca a lo grandioso y esplendoroso de las cabalgatas. Así, los
gallardos caballos se vuelven pacíficos jumentos; las gualdrapas de tela fina
se convierten en grandes moños de papel de china; las pulidas sillas de montar
se mudan al rústico sillín de cruz, al trapo o al pelo raso; las elegantes
jarochas se ven parodiadas por caballeros vestidos con ironía como ellas o
también de “dama antigua” o de amazona, pero con tanta gracia que las hacen
reír hasta las lágrimas; el fino cosmético y el lápiz labial de marca, devienen
en el colorete de venta callejera y en el carmín bajo; la gallardía se troca en
desapuesto y toda la actitud de los participantes es una muestra de la chispa,
de la ocurrencia satírica y del humorismo típico del alvaradeño cuando hay que
festejar divirtiendo.
El encierro
era organizado por una comisión del Comité de Fiestas
Titulares. En sus inicios se realizaba a las doce del día y el punto de reunión
era una calle aledaña al parque 15 de Octubre, de aquí partían para recorrer
las principales calles de la ciudad, en esos tiempos todas ellas de arena de
médano. Los participantes se acomodaban por parejas —entre veinte y veinticinco— según iban llegando, los primeros adelante y los
retrasados atrás. Con el paso del tiempo, este divertido encierro —llamado así porque también al
final llevaban un toro, sólo que éste era de los de la mojiganga— se llevó a cabo por las tardes
recorriendo también las calles importantes con la obligación de llegar al
corral de toros, entrar en él y dar una vuelta de fiesta inspirada en un
paseíllo jocoso que hacía reír a los más adustos. Durante el trayecto, la
comisión repartía el famoso Habanero 1930 de la Casa Isidoro Hoyos. Las
botellas iban pasando de mano en mano por todos los disfrazados con el
resultado de que los vapores del alcohol les movían de más el asno y algunos tras
oscilar en la montura caían en el colchón de arena. El golpe amortiguado les
hacía montar de nuevo, pero uno que otro llegaba al final del recorrido
atravesado como fardo en el lomo del jumento. No hay duda de que era la mayor
diversión en vivo de las fiestas y el comentario del pueblo ante los atuendos
portados demoraba más allá del final de los festejos.
Quienes participaban en el Encierro tenían,
generalmente en sus familiares, su equipo de transformación el cual se
encargaba de buscar los vestidos descontinuados, el portabustos de desecho, las
medias y los zapatos viejos además de preparar los afeites que darían al rostro
el toque femenino y caricaturesco. Desde el momento de empezar a vestir a la
“jarocha” o la “dama antigua” comenzaba la festividad, porque las risas se
iniciaban en esta labor. Recuerdo una foto de mi tío Enrique Cruz Ochoa en la
que aparece disfrazado de dama porfiriana de alcurnia con un vestido de
encajes, con pamela y parasol, montado en el burro del molino de nixtamal del
Tío Gumersindo Ochoa, cuyas hijas, sus primas hermanas, lo vestían con un
realismo tal que llegó a parecerse a una de ellas. Mirándolo en la fotografía
sabemos que es él porque el vestido se le subió y dejó ver una media
transparente enfundando su pierna peluda de hombre.
Paisanos que recuerdan estos remedos con chispa me
dicen que antaño se disfrazaban don Marcelo Mojica Chávez, Caraveo, mi
padre; el profesor, ya mencionado, don Ernesto Macarty Torres; Juan Rafael
Santiago, Juan Fay; nuestro recordado dentista y amigo Víctor Luis
Delfín; Don Ricardo Lara Tiburcio, —coordinador de un grupo participante—luciendo un impecable traje de
jarocha; Rogelio Riande hijo, aunque de crianza española se unía a la gracejada
con entusiasmo; Ángel Tiburcio Hermida, Guino; Isidro Zamudio Uscanga, El
Cabezón; don Ventura Caballero González, Tío Cojo; Manuel Hernández
Oropeza, El Güero Marta; don Ramón Hernández Vera, Ramoncito y
muchos otros que el paso del tiempo ha borrado.
Los burros se conseguían prestados pues los dueños se consideraban parte
de la fiesta. La mayor borricada era la de don Buenaventura Delgado, Túa,
pero los demás ganaderos también compartían sus jumentos. Muchos de los
disfrazados tenían ya su pollino apartado, año con año, por el propio dueño.
Participar en el Encierro era más que una distracción, una forma de contribuir
con la fiesta tomando la figura de un personaje serio para convertirlo en
caricatura artística nada ofensiva pero, eso sí, plena de humor.
Fue imposible conseguir una foto de alguno de estos personajes, sin
embargo, para darles una idea de cómo se llegaba a esta realidad fingida, aquí
tienen una estampa de una comparsa que por costumbre participaba el sábado de
la mojiganga, se trata de una boda con toda su corte nupcial. La fotografía es
del maestro de la lente don Juan José Tiburcio Hernández.
De izquierda a derecha, a los tres
primeros retratados no pude identificarlos, el cuarto, “madre de la novia” es
mi tío Rafael Jiménez, Fallo Criche, “la novia” es Francisco Fernández
León, La Pipiota, el novio es don Ricardo Tiburcio Tiburcio, actor de
muchas tablas en el teatro de aficionados local, el cura es Luis Zamudio
Uscanga, Güicho Farina y el monaguillo está representado por Daniel
Reyes Campos, La Picada.
El Quijote de Alvarado No 157
Eventos disfrutados durante nuestras fiestas
Noche bohemia con el guitarrista Carlos González
lunes 6 de octubre 2014
Cabalgatas y mojiganga
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