Por el párroco Luis Rodríguez Pretelín
Corría el año del Señor 1572…, el anciano y piadoso Papa Pío V. Santo en nuestro calendario, visto el singular patrocinio de la Santísima Virgen María, habido cuando en guerra contra el turco, las armas cristianas se cubrieron de gloria, cuando en feroz batalla naval, quebrantaron para siempre, el orgullo de los seguidores de la bandera de la media luna, que sin piedad, venían segando vidas preciosas de la Santa Iglesia, con sus filosas cimitarras. Estableció, entonces, el Papa Pío V., la fiesta de la Virgen de la Victoria, y en ese mismo día, la solemnidad de la Virgen del Rosario.
Por esas fechas, un pueblo niño Alvarado, balbucía sus primeras palabras y daba sus primeros pasos, poblado de aztecas y olmecas, españoles y negros o uno que otro lusitano. Y precisamente, en ese allá cuando su infancia, Alvarado, el pueblo alegre y confiado, en litúrgico plebiscito, eligió por celestial patrona a la Virgen del Rosario… Y desde aquella época lejana, en piadoso retomelo, año tras año, ¡desde hace 400 años!, los nietos y descendientes de aquellos píos y felices electores han venido honrando en su día a tan Gran Señora con fiestas litúrgicas muy solemnes y muy alegres fiestas profanas, que han sonado por toda la comarca, y son ya famosas en cien lenguas a la redonda. Años más tarde gobernando la Santa Iglesia el Papa Gregorio XIII, la venerable y piadosa cofradía de nuestra señora del Rosario, alcanzó la concesión de celebrar su fiesta, el primer domingo de octubre… ¡Y desde ese día, desde esa fecha, que se pierde entre la lejanía de los recuerdos, se ha desgranado el rosario ante su bella imagen, día tras día, al caer de la tarde! Desde hace pues, cuatro centurias, en ese noble puerto, ricos y pobres, blancos y negros, mestizos y mulatos, se han dedicado a porfía, a ver quién y mejor le canta amorosos envíos, alegres cantares y los más bellos poemas…
Las familias principales del puerto alegre y confiado, de este Alvarado siempre alegre y feliz, siempre han enriquecido las arcas de esta noble cofradía con preciosos ornamentos que visten de lujo a sus presbíteros que le celebran litúrgicas ceremonias y adornan con lujo, oro y prendería, la dulce imagen que preside las actividades de este puerto…
Montiel D’Ademar, obispo de Puy, Francia, echó a volar ante la rosa de los vientos, la bella plegaria que de él brotó:
La Salve Regina y el pueblo alerta captó la peregrina belleza de esta alabanza, la acogió como suya, y en la lengua culta, el latín, se le han cantado solemnemente, cada año, a su Reina y Señora cuando en su día, ya tramonta el sol, más allá de la tarde…
Año tras año, la piadosa cofradía de nuestra Señora del Rosario de este puerto, saca al sol su pendón y al viento marino, sus alegres oriflamas y anuncia así al pueblo todo, que estamos y debemos estar de fiestas.
¡Y un alegre clamoreo, un rotundo repique se derrumba entonces del viejo, colonial campanario y se extiende sobre todo el caserío, y va a morir allá por las montañas lejanamente azules! ¡Y surcan el espacio azul los cohetes y las bombardas y aflora entonces una eclosión de sonrisas, que pintan de fiesta los rostros de los alegres habitantes del pueblo alegre y confiado!, pues bien, la antigua y piadosa cofradía del Rosario está tocando su tamborín de fiesta y está llamando a toda la hermandad católica a que festine, a que engalane y quiebre el ritmo de su prosa cotidiana y entone alegres cantares a la gran Señora que en el lejano plebiscito nuestros abuelos nos legaron como la más rica y preciosa herencia.
El obispo José Guadalupe, nuestro gran sacerdote, ha llamado al jubileo, ha llamado a año Santo diocesano y en recuerdo de que hace diez años el sumo pontífice su Santidad Juan XXIII, el buen Papa Juan, con su bula “populorum bono” erigió solemnemente la nueva diócesis de Veracruz y puso al frente de ella a un joven dinámico, el apostólico obispo que pastoreaba nuestra grey. Dos son pues las motivaciones que nos comprometen a fiestas solemnes. Los cuatrocientos años de fundada la cofradía de nuestra Señora del Rosario y el año santo a que llama nuestro obispo y por eso corren todos a porfía los cristianos de este puerto y los de cien leguas a la redonda, a celebrar con pompa y solemnidad este año santo, la fiesta de la Virgen del Rosario.
En el templo colonial, e n San Cristóbal, que es nuestro templo parroquial, hay un viejo documento en madera, donde el paso de los siglos ha dejado su pátina ennoblecedora. Y este documento avisa que a petición del licenciado don Gabriel del León y Vallamil, alcalde mayor de esta ciudad y puerto, el ilustrísimo y reverendísimo señor don Fray Damián Martínez Galinzoga, dignísimo obispo de Tarazona y presidente del Consejo de Indias y a nombre de los ilustrísimos señores obispos de Puebla y Oaxaca, concede 120 días de indulgencia a todas las personas de uno y otro sexo que rezaren una Salve delante de esta imagen de María Santísima del Rosario. Este decreto fue dado allá por el año del señor 1738 en el siempre grato mes de diciembre, poblado de luceros y alegres villancicos. Sí, ciertamente; el culto a nuestra celestial patrona, la Virgen del Rosario de Alvarado, es muy pero mucho muy antiguo y constante, como esa fecha lo dice, a pesar de los avatares por los que ha ido atravesando la Santa Iglesia en su eterno peregrinar rumbo al cielo ¡y al viento alegres oriflamas, y al aire las trompetas guerreras, con cruz parroquial alzada, batiendo el tambor mayor el alférez de este puerto!, en aquel lejano entonces se fue leyendo en todas las esquinas de la ruta del paseo real, con voz fuerte por el pregonero municipal, esta gracia alcanzada para Alvarado y para todos los romeros que la visitaren.
Pasan los años lentamente, hasta perderse en la eternidad, como el padre Río Papaloapan pasa lentamente por nuestras afueras hasta perderse en la infinita llanura del mar… Y con buen tiempo o sufriendo el flagelo de los aquilones, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, doncellas y mocitos, le han rezado el rosario a la Virgen, la Señora, la Reina de Alvarado.
Y en sonoro romance, en robusto español, le han recitado la plegaria de la Salve. Y cuando se la cantan vibran por su musicalidad. ¡Y no en vano!, ya que por nuestras venas corre pujante y vigorosa la sangre heroica de la lejana madre patria, uno de cuyos hijos puso música a la Salve.
Todo esto considerado y meditado, nos hará comprender, hermano alvaradeño, que las fiestas de la Virgen este año no pueden ser en tono menor, sino en tono mayor… ¡hay algo que celebrar!.
Por eso surgió la idea de realizar un concurso en el que debemos elegir la Rosa de Octubre, vale decir, la niña, que como símbolo de inocencia y de pureza, en representación de los más nobles del pueblo enamorado, corone a la reina alvaradeña, con corona de oro y pedrería nueva, que simbolice lo más santo de cada alvaradeña en homenaje y rendimiento de parias a su bella reina. La niña Rosa de Octubre, dentro de la solemnidad de una misa pontifical, obispo y presbítero presentes, subirá por una escalera especial y en medio de atronador aplauso de la feligresía presente, colocará en las sienes de nuestra gran Señora, el regalo con que la obsequia su pueblo enamorado. ¡Y entonces el obispo donará a cada asistente en recuerdo de esta coronación oficial y solemne, una rosa natural bendecida solemnemente!.
Por esto el concurso de la Rosa de Octubre y en velada literaria musical se coronará a la niña Rosa de Octubre y ella coronará a las demás niñas que hayan concursado para Rosa de Octubre. Y habrá desfile de carros alegóricos al salir de la misa, que recorrerán las principales rúas del puerto entre alegres notas de una banda mayor contratada. Y así recordaremos dignamente, decorosamente, aquellos benditos 400 años y los no menos benditos 10 años que han acarreado tanto beneficio espiritual para todos nosotros, ¡estamos en jubileo diocesano!. Es preciso estar a tono de la tesitura que marca esta fecha singular. ¡Estamos a 400 años de fundada la fiesta de la Virgen! Es preciso marcar el ritmo que esta impone. ¡No podemos permanecer indiferentes! Negarse sería triste, porque implicaría poco amor a quien tantos dones debemos.
Esta es pues, la noticia que el párroco que suscribe te da, para que estés alerta y comprendas la razón de nuestra locura, de meternos a fiestas, cuando hay tanto pueblo que llora, por desgracias climáticas, por sismos y por la escasez del pan y la ausencia de la paz.
Pero a medida que seamos más pobres y estemos en desgracia más ricos tenemos que ser con ella, la vencedora del diablo, y auxilio de los cristianos para alcanzar su patrocinio.
¡Salve, Reina!
Alvarado, Ver., junto a San Cristóbal en la festividad de San Luis Rey de Francia, 25 de agosto, año del Señor, 1973.
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