martes, 12 de agosto de 2014

Narciso Del Río Cañedo, un cubano que promovió las Fiestas de Octubre.

Por Marcelo Mojica Cruz

Como sucede con muchas otras personas, es probable que a Narciso Del Río Cañedo le haya cautivado nuestra ciudad por la belleza arquitectónica de sus edificios, por el trazo perfecto de su plaza hermoseada con la flora típica del terruño, por la situación geométrica de sus calles y, casi puedo asegurarlo, por el carácter jovial y sincero de los paisanos. Oriundo de Cuba, encontró en el talante costeño de Alvarado muchas semejanzas con sus paisanos: el buen humor, la alegría, la broma sana a flor de labios, el chascarrillo siempre divertido y su condición de hombre casi siempre contento. Fue tanto el alcance de su amistad con los paisanos que al poco tiempo en toda la ciudad se le nombraba con un afectuoso y familiar, Chicho Del Río.
El doctor Héctor Vera Olivier me informa: “Era de tez blanca, alto y fornido. Muy bien parecido y escrupuloso en el vestir, lucía siempre sus pantalones de casimir importado y sus guayaberas de lino egipcio. Su porte distinguido y elegante, sus buenos modales y, en fin, su personalidad causaban admiración entre las muchachas”.
Su trabajo de corresponsal en la Oficina de Prensa del Gobierno del Estado asignado al puerto de Veracruz le permitió viajar por distintas ciudades de la entidad, en las que, con su acreditación de periodista autorizado le fue posible hurgar en los archivos municipales lo que le convirtió en un acucioso investigador. Alvarado no fue la excepción, al contrario, pues le otorgó una deferencia invaluable aún no reconocida por Ayuntamiento alguno. Durante sus continuas visitas a nuestra ciudad se alojaba en la casa de la familia Vera Oliver, integrada por don Enrique y por doña Amada y sus descendientes; aquí conoció a la señorita María Oliver Hermida con quien al poco tiempo contrajo nupcias procreando siete hijos, de los cuales tres fueron varones. Sus investigaciones sobre las tradiciones alvaradeñas le incentivó el deseo de escribir y editar con sus propios medios la Guía Turística y de las Fiestas del Rosario de la Ciudad y Puerto de Alvarado, Ver. El primer ejemplar vio la luz en octubre de 1942, en cuyo prólogo dejó asentado: “Hacía mucho tiempo que ardía en deseos de hacer una guía turística y de las Fiestas del Rosario para obsequiarla a la Ciudad de Alvarado, por la que tan justificadamente siento verdadero cariño, ya que es la cuna de la compañera de mi vida y de mis hijos mayores;…” En efecto, sus primeros hijos ―no pude averiguar cuántos― nacieron en Alvarado, aunque la familia residiera  en la ciudad de Veracruz. Al final del mencionado preámbulo escribe: “Espero que esta insignificancia […] coadyuve, aunque sea pálidamente, al entusiasmo con que se celebren las próximas fiestas del Rosario, ya famosas en toda la República por su alegría, su pompa y fastuosidad”.


La Guía tiene un contenido que combina textos, anuncios comerciales y muchas fotografías, por lo que su lectura resulta muy placentera. En el reverso de la portada invita a las Fiestas del Rosario que en ese año se celebraron del 4 al 15. En la siguiente plana fija una propaganda de tres comercios de la época: la fábrica de bebidas de fruta La Sultana, de Rafael Carvajal Zamudio; la tienda y cervecería La Lucha de don Luis Zamorano Ochoa y la botica San Juan de don Manuel Carmona, atendida por su responsable, don Juan B. Delfín. Otros anuncios comerciales aparecen distribuidos en la guía, como el de la Casa Pinedo, de Federico Pinedo; la tienda de abarrotes El Puerto de Alvarado, de don Ricardo Ruiz Lara; La perlita, refresquería y cervecería de don Quintín Delgado, “La preferida de las damas” (sic); La Casa del Pueblo, de don Cornelio García Lira, distribuidor de la pintura Piel Roja; el hotel, restaurant, cantina y billares Chapultepec de don Miguel V. López; la cervecería, refresquería y lonche-
ría La Central, “atendida por su propietario Alejandro Hernández Oropeza”; El Buen Tono, S. A. Fume cigarros Elegantes Extra. “Sin la más mínima partícula de polvo” y ocupando toda una página el anuncio de la Casa Lara y Leal, la cual publica: Comerciante y comisionista, Fábrica de hielo Lara, Molino de arroz El Carmen, agente de la Cervecería Moctezuma, S. A. La cubierta posterior está ocupada por un anuncio muy singular: Campeones Rojos. El cigarro de los deportistas. No contienen polvo. 18 cigarros por 10 centavos. El buen Tono, S. A.

Al hablar de imágenes alvaradeñas no puede omitirse el arte del maestro Juan José Tiburcio Hernández en estos menesteres. El autor, reconoce esta labor e ilustra y enriquece su obra con muchas de sus fotografías, las cuales ya forman parte de la historia gráfica de Alvarado.
En la página 3 inserta una fotografía panorámica de Alvarado tomada desde el Papaloapan. En el folio 5 aparecen tres fotografías históricas que muestran el avance en la construcción de la carretera Alvarado, Veracruz. Pero además, publica estampas del palacio municipal y del zócalo; del templo parroquial; de la calle Carlos A. Ramón, donde destaca el extraordinario edificio de la Farmacia San Juan; la calle de Joaquín Martínez con una vista de la cúpula del templo; el desaparecido fondeadero de la aduana; el Batallón Juvenil Manuel P. Hernández; tío Lucio Zamudio con su atarraya; varias escenas de actividades pesqueras; bellas alvaradeñas ataviadas con el típico traje de jarocha.


Los textos aportan una interesante información histórica y cultural. En la página 9 publicó las décimas escritas por el Lic. Francisco V. Lara, fechadas en la ciudad de Orizaba, Ver. en el año de 1903.
A partir de la página 13, don Narciso se luce escribiendo la Monografía de la Ciudad y Puerto de Alvarado, Ver. Menciona su situación geográfica, sus médanos, cerros, ríos y lagunas. Da noticias acerca de la fundación, advirtiendo que los datos no son exactos. Cita las etapas político-sociales del municipio. Habla del calor, las brisas y los nortes. Aporta el dato del último censo: 8,500 habitantes. Alude al caserío y enlista todos los tipos de construcción de entonces. Y se sigue con el ferrocarril, el malecón, que entonces sólo comprendía la longitud del bulevar, la aduana y el puerto de cabotaje, las escuelas, los centros comerciales más importantes, el correo, el telégrafo y el teléfono del Estado, la carretera y hasta menciona el intento de acondicionar un terreno en la parte norte de la ciudad como campo de aterrizaje. Cita el alumbrado eléctrico, el agua potable entubada, el manto freático de la “Lagaña” y la venta del vital líquido por los aguadores, el servicio urbano de tranvía y de camiones. Largo resultará enumerar cada aspecto abarcado en la obra, sin embargo, no puedo dejar de mencionar uno de los últimos párrafos en el que afirma: “El pueblo es liberal por abolengo, devoto sincero de las doctrinas juaristas y siempre se ha distinguido por su amor a la libertad y su cariño a su ciudad natal por la que es verdadero fanático”.

En el texto final que titula Cómo se celebran en Alvarado las Fiestas del Rosario,  hace una descripción detallada de las distintas actividades programadas, destacando la participación infaltable del pueblo. Menciona la devoción que existe por la patrona del pueblo, Nuestra Señora del  Rosario; la mojiganga con sus típicas figuras; el recibimiento de la colonia alvaradeña en la estación del ferrocarril; los repiques de campana a todo vuelo; las corridas de toros; el fandango con música viva; el encierro de burros; las cabalgatas; los juegos pirotécnicos; la serenata en el parque y los bailes populares en la escuela Leona Vicario; el baile de gran gala en el Casino Alvaradeño; el paseo en embarcaciones de la virgen por el Papaloapan; las procesiones, las regatas, las cucañas, los concursos de decimeros y en un apartado muy especial la celebración de la gesta heroica de 1846.
Me fue imposible averiguar la fecha en la que falleció este alvaradeño por adopción, me dicen que sus últimos años los pasó en una silla de ruedas atacado por una devastadora artritis en sus rodillas. Parece que la última Guía fue escrita en 1946. Narciso Del Río Cañedo es para Alvarado un personaje al que se le debe un homenaje de agradecimiento, pues su labor difusora de la cultura y las tradiciones alvaradeñas tiene un valor incalculable.


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